jueves, 16 de abril de 2009

NUESTRO "OTRO" MUNDO. (V)



Llega la hora de la verdad, el momento en el que el futuro, los jóvenes, deben tomar las riendas de la situación. Prematuramente se van a convertir en presente. ¿Habrán tenido experiencias suficientes para analizar el gran problema que se les avecina y buscar soluciones apropiadas? ¿Cuál habrá sido su escuela? ¿Quiénes sus maestros?

Sir-Hope


NUESTRO "OTRO" MUNDO

V. Poco tiempo transcurrió hasta que el portavoz de uno de los grupos, aprovechando uno de los escasos silencios, animó al resto a ir exponiendo sus planes. El tiempo se agotaba y lo mejor era tomar una decisión debatida y consensuada cuanto antes. No quiso escuchar las demandas de más tiempo que algunos solicitaban y expuso de la siguiente manera:

“Teniendo claro que los invasores abandonarán el antiguo poblado del valle alto siguiendo el curso del río, creemos que lo mejor sería provocar un incendio que arrasara el bosque y con él las sendas que conducen hasta nuestro pueblo. El aparente desierto así formado -afirmó-, hará que den marcha atrás y regresen a su tierra por el mar por donde vinieron.”

Durante un buen rato el silenció se adueñó del lugar. Poco a poco algunos cuchicheos comenzaron a inquietar a quienes creían haber encontrado la mejor de las soluciones. De repente, una joven muy discreta aunque gran observadora impuso su aplomo sobre los demás y reflexionó en voz alta:

“Siento mucho llevarte la contraria, amigo. No creo que eso sea lo mejor para nosotros. Bien sabéis que mi padre es cazador. Conoce las sendas por donde merodean los animales en busca de sus presas. Son seres de costumbres, -dice-. Es ahí, por donde ellos transitan y no en sus refugios, donde mejor se les caza para luego alimentarnos. Quemar el bosque supondría la muerte o la huída de los animales que en él viven. Supondría la pérdida de nuestra más importante fuente de alimentación. Supondría que nuestra táctica nos haría abandonar, también, nuestra tierra.”

Nada había que objetar a la argumentación de la joven. La recogida de frutos, la escasa pesca y las pocas provisiones almacenadas no permitirían la subsistencia mientras el bosque no se autorregenerara.

Cualquiera se hubiera desanimado en ese momento, pero tal era la confianza que cada grupo tenía en su proyecto que no dio tiempo a la joven para sentarse, cabizbaja, cuando tomó la palabra otro portavoz para ilusionar a los demás con estas palabras:

“Cómo me convencieron tus palabras, colega, pero afortunadamente nuestra amiga ha sabido hacernos reflexionar sobre los peligros que entrañaba esa teoría. Nosotros os invitamos ahora a que os manifestéis con total sinceridad sobre la que entendemos una buena solución.”
“Somos conscientes que, en su marcha río arriba, estos recién llegados que tanto nos intimidan seguirán las veredas trazadas a través del bosque. Nosotros las conocemos todas. Podemos ocultarlas y fabricar otras que les lleven directamente de regreso a la cala donde fondearon a su llegada.”

Sus compañeros miraron orgullosos a quien con tanta claridad y sencillez había sabido expresar lo que tanto esfuerzo les había costado consensuar. Cuando él se sentó, cuando parecía que los vítores del resto de los grupos comenzarían a elevarse, se levantó de su asiento una joven alta de mirada decidida, y muy segura de sí misma, rebatió:

“Por un momento me he dejado llevar por el común deseo de encontrar una medida que resuelva nuestro gran problema, pero ésta no puede ser. He acompañado numerosas veces a mi padre y a otros heraldos a comerciar y a parlamentar con los pueblos próximos. Hemos transitado por las sendas que deberíamos ocultar y siempre, en algún momento del viaje, un heraldo recordaba lo mucho que debíamos a los animales. No sólo nos alimentan sino que son ellos, en sus continuas cacerías, los que abren los caminos que luego utilizamos nosotros. No. A los animales no les engañaríamos y enseguida los reconstruirían. Quienes siguieran las vías río arriba pronto se darían cuenta de la trampa y darían con nosotros.”

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