viernes, 31 de octubre de 2008

CICLO CINE DE TERROR


Con motivo de esa fecha en la que las calabazas se iluminan, las brujas juegan a ser reinas por un día y los difuntos celebran su fiesta, el Dpto de Lengua del ies ha organizado una serie de actividades relacionadas con el terror. Bonito tema del que ya se ha hablado aquí. Hoy sólo quería felicitar a esas incansables mujeres del Dpto de Lengua que, creo, entienden en el buen sentido lo que debe ser la acción de educar, lo que supone el acto de aprender.


Ver cine en corto. Reflexionar sobre el terror. Realizar lecturas en clase. Una biblioteca de la que otro día hablaré. Genial. Me descubro ante ellas y me da envidia su empuje. ¿Tal vez si en alguna ocasión reflexionáramos sobre la relación de este tipo de actividades con las ligadas a un modelo de enseñanza que no se amolda a los lugares trillados de la obligación del decreto y de los tópicos manidos y las quejas ya demasiado repetidas, podríamos crear una posibilidad para una escuela otra?

CARTA ABIERTA AL GRUPO-CLASE DE 2º B

CARTA ABIERTA AL GRUPO – CLASE DE 2º B

Os queremos hablar como compañeros de cómo va el rumbo de la clase.
Todos somos parte de este grupo y por lo tanto todos tenemos que estar unidos e intentar conseguir que los profesores salgan contentos de la clase, comportándonos y sin faltar al respeto.
En un momento concreto, por una razón u otra, se puede hacer una gracia y reírnos todos: “lo poco gusta, lo mucho cansa”.
Entre todos estamos seguros de que se puede conseguir la meta que os planteamos. Hay que conseguir dejar huella en el instituto y en los profesores, pero no como la peor clase, si no como la mejor, que nos recuerden como aquella clase de 2º B. Siendo la peor no conseguimos nada, ¡ser recordados así no tiene ningún honor!, lo peor siempre se puede superar, lo mejor no, además sacaríamos provecho de ello.
Ahora os quiero poner el ejemplo de mi hermano, que es un “payaso”, hace alguna que otra broma en clase pero hasta él, con nueve años, sabe cual es el límite y no lo sobrepasa. Vosotros con 4, 5 ó 6 años más también tendríais que saberlo.
Tenemos que estudiar obligatoriamente hasta los 16, nos guste o no, con lo cual vamos a hacerlo de la mejor forma posible y si no queréis, debéis dejar que los que sí quieran, puedan. Porque el buen compañerismo no es solo comportarse bien con los compañeros, si no también con los profesores, tener un respeto por las demás personas del IES, dejando que en clase se pueda aprender y dejar dar clase a los profesores.
Sabemos que a muchos probablemente lo que decimos os de igual, pero creemos que hablamos en nombre de la mayoría de clase al decirlo y os pedimos que por favor nos echéis una mano a construir el futuro de toda la clase.
Y ahora os pedimos opinión. Levantad la mano aquellos que estén de acuerdo y quieran llevarlo a cabo. Si sale mayoría hay que respetarlo. Si no sale mayoría, lo sentimos por los que sí quieran y a los demás es vuestro problema lo que queráis hacer con vuestro futuro, pero por favor, no estropeéis el de los demás.



Atentamente: Laura Vicente y Sara De la Torre, vuestras delegadas de clase y de Tecnología.

martes, 28 de octubre de 2008

VINCENT

Si has sido una de esas personas afortunadas que hoy han decidido pasar de un patio lluvioso y sumergirse en la magia del cine en corto habrás disfrutado de lo lindo con el cortometraje de Tim Burton, "Vincent".

La peli es algo más que un maravilloso y entretenido cuento, uno más de los muchos que la imaginación desbordante de Tim Burton, nos ha regalado. La peli es un homenaje a un gran actor de algunas películas de terror o de miedo o de fantasía o..., de cine: Vincent Price.

Si quieres volver a disfrutarla, espero que este enlace lo permita:




Es precioso ver cómo la creatividad convierte todo lo que toca en una maravilla. Bien, éste ha sido el segundo corto de una semana repleta de ellos. Y tan solo es el comienzo.


La sombra del nómada

LA FUNCIÓN DEL PROFESOR (2)


Una mirada es, siempre, el primer paso. Mirar y desear saber. La curiosidad y el deseo. Llevo ya demasiado tiempo en este oficio como para no tener un juicio fundado sobre lo que quisiera que fuera mi función como profe. Para mí, la escuela debería ser ese lugar en el que se mantiene vivo, muy vivo, aquello que una vez fuimos todos. Sí, todos, también tú.

Érase una vez un tiempo en el que queríamos saber. Todo aquello que estaba a nuestro alrededor nos inspiraba un enorme deseo por conocer que se traducía en un torrente repleto de esa palabra tan mágica: POR QUÉ. Preguntábamos sin descanso. Usábamos el por qué como varita mágica o como esas palabras que aparecen en los libros de aventuras y que una vez pronunciadas nos abren el camino hacia un mundo enorme y maravilloso por el que caminamos con los ojos muy abiertos y el asombro continuo por mochila.

Pero luego llegó un tiempo en el que poco a poco fuimos olvidando ese deseo, arrinconamos en un cajón de nuestras vidas la palabra mágica y nos volvimos normales. Demasiado normales. Ya no queríamos saber los porqués. Ahora nos conformábamos con seguir las instrucciones de uso de un manual. Vidas aburridas la de los que siguen las instrucciones de uso de un manual.

La pregunta del millón. ¿Qué es lo que ocurrió entre esos dos momentos? Porque algo tuvo que pasar para que los preguntones nos olvidáramos de las preguntas. Los curiosos dejáramos de sentir curiosidad. El saber y el conocer se convirtieran en una pesada piedra que teníamos que cargar por obligación y sin gana alguna.

¿Qué ocurrió? ¿Qué es lo que mató en nosotros aquello que nos hace humanos, plenamente humanos?

Si quieres saber la respuesta a esta pregunta te diré por dónde empecé a encontarla yo. NO me gustan los libros de pedagogía, pero he aprendido muchas cosas sobre lo que significa ser el profe en los libros que me gustan. Novelas y poemas. Como por ejemplo, Tiempos difíciles, de Dickens. Busca ese libro en una biblioteca. Ábrelo y lee el capítulo titulado El asesinato (o la muerte) de los inocentes. Si no lo encuentras en la biblioteca puedes descargarte el libro (y gratis) en esta dirección.

Allí empecé a pensar lo que ahora pienso y que en una nueva entrada te contaré, porque esto va a ser un relato que continúa. Algunas cosas las he ido escribiendo en otro sitio, puedes ir a él pinchando aquí.

La sombra del nómada

viernes, 24 de octubre de 2008

Lafunción del profesor.


Comento a mis alumnos, no sin cierta ironía, que mi labor en el Instituto, la función por la que me pagan, no es la de transmitir conocimientos, sino la de hablar. Como profesor de lenguas extranjeras parece claro que debo centrarme en comunicar y en colaborar en que mis alumnos participen de y en la comunicación. Pero eso sí, de saberes … ¿Qué conocimientos puede aportar quien de todo debe hablar pero en poco profundizar?

Viene a cuento esta reflexión por la sangrante aportación de tantos pseudo-eruditos resabiados que chillan por las ondas de las emisoras de radio o que garabatean las páginas de los periódicos y que tan frecuentemente pretenden señalar el hecho educativo no sólo como deficiente, sino como el principal problema de nuestra sociedad.

Quizá sea cierto que el profesor debiera ser un mago que convirtiera en sabio a todo aquel que rozara su aura, pero sin embargo, no somos ni omniscientes, ni omnipotentes (tampoco omnipresentes que cuadraría con esa endiosada pretensión de los arriba citados.) No. La verdadera función del profesorado no es la de aportar conocimientos, la de insuflar saber; no es tampoco la de solucionar dudas. El valor del profesorado reside, en cambio, en saber generarlas.

Yo, como docente, ofrezco comunicación con la intención de ser escuchado (y de escuchar las imprescindibles aportaciones de mis alumnos.) Mi objetivo, como profesor, es plantear temas que fomenten curiosidad, que generen dudas que impliquen la necesidad de ser investigadas. Mi fin, como educador, es guiar esa investigación (mental o práctica) planteando diversas vías de resolución para que el alumno decida y tenga la posibilidad de equivocarse. Mi propósito, como maestro, es incidir en el valor de la posibilidad, de la opción, de la duda, del error. Es, en definitiva, hacer ver que la educación consiste en que los jóvenes observen, decidan, se equivoquen, escuchen, hablen, escriban, argumenten, vuelvan a equivocarse, … Nuestra tarea es la de animar voluntades, ya que la inteligencia es una cualidad intelectual innata que necesita del esfuerzo, del entrenamiento personal para que desarrolle y se convierta en saber. Nuestro compromiso es ayudar a pensar, no pensar por nadie.

miércoles, 15 de octubre de 2008

NO DA LO MISMO, PERO AL FINAL DA IGUAL

Tal vez si pensara que esto lo va a leer alguien no osaría escribirlo. O sí, porque es cierto que nada da lo mismo, pero al final parecemos encaminados a que todo dé igual.

Chesterton era un escritor brillante, no tanto por lo que muchos valoran de él, su humor, como por lo acertado de sus juicios. Además, no es que Chesterton fuera gracioso, no hay que confundir el humor de un chiste simple con la ironía. El humor desencadena risas. La ironía puede provocar peligrosos destellos de inteligencia. En su autobiografía, este escritor inglés, que como no está de moda es posible que no llegues a disfrutarlo, escribe un capítulo que titula "CÓMO SER UN IMBÉCIL". Sí, así, contundente. En el capítulo aborda varias cosas, por ejemplo "el paso de la niñez a la pubertad y la misteriosa metamorfosis que da como resultado ese monstruo que es un adolescente" (no te enfades, no te insulta él ni te insulto yo porque tanto él como yo también fuimos, hace mucho tiempo, adolescentes). También se dedica a hablar de la escuela, de la educación. Y ocurre que, como suele pasarme a menudo, lo que dice sobre la educación alguien que no tiene nada que ver con la pedagogía o con la didáctica, alguien que no está interesado en luchas de partidos políticos de pacotilla, me resulta tremendamente interesante. No te cansaré.

A Chesterton le interesa una pregunta. La misma que me acosa a mí (y hoy con más fuerza). Le interesa saber el motivo o motivos que hacen que "un muchacho pase con toda seguridad de un primer estadio en el que desea aprender casi todo a un estadio posterior en el que apenas desea saber nada". Si estás pensando que soy de esos que ahora han puesto de moda el grito: los alumnos de hoy son peores que los de ayer, te equivocas. No comparto para nada las mil y una ideas vacías de los que echan pestes de los alumnos de hoy a los que consideran culpables de todos los males (y son muchos) de la escuela de hoy, de la educación actual. Hoy he podido comprobarlo. Esta misma mañana he visto alumnos que hacen tareas que les mandas y que no las hacen mal. Por ejemplo definir qué entienden por ciudadano/a. Saben buscar información y usarla para construir su definición. Saben escribirla con un uso más que adecuado del lenguaje, sin cometer faltas de ortografía y usando palabras adecuadas. Pero... Pero lo hacen de manera automática, como autómatas. Escriben, pero no piensan en lo que escriben. Están en clase, pero si no existe posibilidad de que aquello se convierta en pregunta de un examen, no le prestan demasiada atención. Hoy, por ejemplo, hablo de la crisis económica causada por unos cuantos magnates y de cómo nos vamos a gastar entre todos 2 billones de euros en ayudarles a estos pobrecitos. Comparo esto con el hecho de que con sólo un 0,65% de ese dinero podriamos evitar que cada 4 segundos muera una persona de hambre o por enfermedad ligada a la desnutrición en el mundo. No consigo centrar el interés. Adopto un tono duro y hago una simple operación matemática en la pizarra. Mientras pasan los 55 minutos de la clase, ese tiempo ritual que parece servir de tan poco, mueren... Y veo las respuestas del alumnado. Algunas personas, serias, escuchan. Unas pocas voces dicen aquello de qué podemos hacer. Los más... Les da igual. Incluso veo a una pareja usando la calculadora con fervor para calcular... ¿Qué estábais calculando? La clase es de ciudadanía y, como ya he dicho, las mismas personas que ahora se toman a cachondeo el tema o pasan absolutamente del sermón, esas mismas personas que a las 14,20 saldrán en tropel del instituto diciendo que se mueren de hambre, me habían entregado textos hablando sobre derechos y deberes y sobre cómo el primer deber es respetar los derechos de los demás. Pero ríen. Ahora ríen. Miran una foto de un niño que ya hace cuatro años habrá muerto sin saber qué aburrido es eso de ir a clase, y no sienten nada.

Pero no creas que esto que acabo de escribir, mal porque no hay que dejarse llevar por el enfado, significa que diga que vosotros sois monstruos sin sentimientos. No no se trata de eso y además no os conozco lo suficiente como para emitir un juicio tan duro. Salgo de clase y como toca recreo me escondo a mascullar lo que está cobrando fuerza en mi cabeza. En realidad he asistido a un día normal de clase. A la escuela se viene a aprobar y por lo tanto olvídese usted de esa tontería de saber. La escuela está para aprobar y punto. Usted me pregunta y yo le respondo lo que usted quiere escuchar para que, así, se cumpla el juego. Usted pregunta, yo respondo, usted me aprueba y todos tan contentos.

No, los males de la escuela no son responsabilidad de un alumnado que tan sólo es hijo de su tiempo. Tiempos de autómatas programables que viven entre autómatas programados. De hecho, el plan PISA, ése que dice que la escuela española no funciona, no mide para nada si un alumno es capaz de pensar, de sentir, de saber. Sólo se trata de pasar un examen. Nada más. Mañana más clases y ejercicios y exámenes y...

Termino. Quería haber escrito otra cosa, que la escribiré otro día con más tranquilidad, sobre las conclusiones a las que he llegado tras corregir las pruebas iniciales de 1º de la E.S.O. Les he pedido que me pongan la nota que sacaron el curso pasado en la asignatura Conocimiento del Medio. En un porcentaje elevado ya han olvidado aquello que les llevo a sacar un notable o un sobresaliente o un aprobado. Han pasado dos meses y ya lo han olvidado. Esto puede ser terrible, pero lo peor es darme cuenta de que el gran problema no es que no sepan las respuestas a las preguntas, lo peor es que no saben buscar las respuestas y esto sólo puede traducirse de una manera: en la escuela aprobamos o suspendemos, pero lo que se dice aprender, pues la verdad es que aprendemos poco, muy poco. Pero de esto hablaré otro día. Hoy me basta con pensar en un mundo cada vez más extraviado porque los ciudadanos y las ciudadanas están ya al nivel de competencias de un autómata programable.

martes, 14 de octubre de 2008

Ciudadana


Pocos recuerdan la historia de Dana; algunos prefieren, incluso, acallarla. Yo personalmente creo que hoy debemos honrarle memoria. Hoy que tanto quebradero de cabeza está levantando su gran pero humilde contribución a nuestra sociedad es, quizá en contra de su voluntad, cuando más necesario sea recordarla.

Dana nació, como la gran mayoría, en el seno de una familia que debía trabajar día a día para conseguir no sólo el sustento, sino el respeto de los demás. Claro que el trabajo supone comida, casa y ocio (escaso en aquella época), pero también seguridad, confianza y cierto orgullo personal por hacer las cosas bien.

Y así era su familia: trabajadora, confiada y segura de sí misma. Y así fue Dana, que acompañaba a sus padres a realizar sus tareas, que se relacionaba con sus vecinos y que a todos respetaba.

Sin embargo cierto día mientras los jóvenes correteaban por la plaza, un niño de su misma edad bajó de una carroza y quiso correr con todos ellos. Sus coloridas y pesadas ropas y sus zapatos puntiagudos no eran los más apropiados para trotar por las adoquinadas callejuelas. Pero se empeñó. Pronto se dieron cuenta todos que el hijo del Conde tenía que ganar la carrera; todos salieron a buen ritmo y poco a poco se iban desfondando. Todos menos Dana. Ella, sorprendida por el desfallecimiento de sus amigos, luchó por evitar el fiasco colectivo. ¡Cuida, Dana! – le gritaban. ¡Cuida, Dana! Pero ella no entendía.

Ganó la carrera y su regocijo no se correspondió con el de sus compañeros. ¿Por qué se mostraban todos tan cabizbajos? ¿Por qué no habían corrido de igual a igual como en días anteriores? Cuando llegó a casa y relató a sus padres lo sucedido fue su madre quien rápidamente le contestó ¡Cuida, Dana! Hay veces en las que no debes significarte y aunque sepas más o seas más fuerte tienes que dejar que otros decidan o hagan las cosas. Es ley de vida.

¡Cuida, Dana! – se decía a sí misma sin entender nada. ¿Qué mal hago si corro más que un remilgado?

Días más tarde su amigo el pastorcillo enfermó. Poco podía su padre, al que le faltaba una pierna, para llevar a pastar el ganado y con ello dar de comer a su familia. Dan no lo dudó. Cogió el zurrón de su amigo y enfiló con el rebaño pastos arriba hasta que el joven sanó.

“¡Cuida, Dana!” –se oía día tras día. “Este no es un trabajo para mujeres. ¡En qué consideración te tienes!”

Noche tras noche, cuando regresaba a casa para cenar, callaban sus padres y aparentaban una desconcertante tristeza. “¿Qué mal hago -inquiría Dana- ayudando a mi joven amigo?”

Y así siguió Dana, ofreciéndose a colaborar con quien lo necesitaba sin pedir nada a cambio, salvo que cada vez sentía con más fuerza la amistad de sus vecinos. “¡Cuida, Dana!” –oía cuando ayudaba a las ancianas enfermas a sacar agua del pozo. “¡Cuida, Dana!” –cuando compartía su merienda con el chiquillo que mendigaba… “¡Cuida, Dana!” –cuando seguía su camino sin detenerse al paso de los señores.

Y bien cierto fue. Dana no tuvo cuidado. Tanto tiempo enfrentándose a la absurda costumbre de la tradición; tanto tiempo colaborando con un pueblo temeroso de hacer lo que a todos convenía, que nada le valió ni nadie le ayudó cuando el grotesco rector de la moral consuetudinaria, oculto en su negro disfraz talar, prohibió ayudar a quien, en medio de la celebración comunitaria, sufrió la mordedura de una serpiente y con ella espasmos mortales.

“¡Dejadlo morir!” –fueron las palabras del avinagrado. Será nuestra ofrenda para un futuro mejor. Sin embargo Dana no lo quiso oír. Abandonó su lugar en la reunión y, como otras veces vio hacer a su padre, corrió hacia el desdichado y succionó y escupió el veneno inoculado por la serpiente.

“¡Cuida, Dana! ¡Cuida, Dana!” –gritaban sus vecinos, “¡Cuida, Dana!”

“¡Ciu-da-da-na! ¡Ciu-da-da-na! ¡Ciu-da-da-na!” –tergiversó un amigo creando un vocablo que, coreado por todos los demás aún hoy quiere significar seriedad y valentía, libertad y compromiso, confianza y evolución, riesgo y progreso …


Sir-Ope

martes, 7 de octubre de 2008

DE CRISIS Y MIEDOS


En El País de hoy esta niña, refugiada afgana (una de las 300.000) personas que han huido hacia Pakistán), nos mira desde la primera página. Ojos intensos. Mirada tallada en el difícil arte de sobrevivir. Nos mira a todos los que estamos del otro lado de esas personas que viven en campos de refugiados, lo que el sociólogo Zygmun Bauman llamaba "archipiélagos de excepciones" Nos mira a nosotros, los del mundo rico, esos que ahora mismo estamos aterrorizados por la crisis.

Y yo la miro e intento entender lo que su mirada me dice, nos dice. Y creo escuchar algo así como: "Ahora vosotros estáis asustados; pero yo lo que es el MIEDO" Pocos años de vida, pero ya sabe qué es el miedo y lo sabe porque probablemente toda su vida, hasta ahora, ha sido eso, la cotidianeidad del miedo.


A nosotros nos asusta perder lo que tenemos. A estos refugiados de la vida sólo les asusta perder lo único que les queda: la propia vida. Tal vez esa sea la diferencia desigual en un mundo que ahora mismo parece vivir en estado de susto. Y ahora caigo en que desde hace una serie de días en la televisón, en nuestros plasmasTDT, sólo salen políticos con cara de no saber qué hacer o financieros que ponen cara seria porque dicen que estamos en crisis (sus cuentas corrientes en el banco no dicen lo mismo), se habla de la bolsa y de los índices bursátiles, aparecen expertos y balbucean explicaciones para lo que no es muy difícil de explicar (cuando los ladrones roban todo, incluso los ladrones tienen problemas porque ya no pueden seguir robando). Pero no hay un huequito para este rostro de niña que sabe más del miedo que todos los presidentes de los bancos mundiales juntos. NO hay espacio para los nadie ahora que los ricos dicen que tienen miedo porque un puñado de ricos se ha llevado todo el dinero de la caja de caudales.

Y a lo mejor es en la mirada de esa niña donde podemos aprender las lecciones de ciudadanía que unos cuantos no quieren que aprendamos (y que tampoco salen en los libros de texto) Y a lo mejor la mirada de esa niña es la vida, el único paraíso existente y del que ya nos vamos expulsando.

Por cierto, en la misma página en la que aparece el artículo sobre los afganos refugiados en Pakistán un titular nos pregunta: ¿Quién ha ganado el segundo debate entre Obama y McCain? Y la niña sigue mirándonos.

Sigo mirando a la niña. Carasucia. Bella. Bellísima.

La sombra del nómada