Que no cunda el pánico
Cuando llegamos a “cierta edad” miramos con indulgencia hacia un pasado en el que nos sentimos heroicos. El afortunado que presume de haberse “hecho a sí mismo” es comprensivo con el ganador y despiadado con el perdedor, porque cree que ambos se merecen su destino. Por eso son implacables con el desánimo de una juventud que vive un presente hostil y un futuro sombrío. Tuvimos la esperanza de que el mundo fuera más estable, justo y digno para nuestros hijos, pero les dejamos inmersos en el caos financiero, el desbarajuste laboral, la degradación ecológica, unos salarios de miseria, diversos cataclismos políticos, y lo más reprobable, una doctrina que aún sigue vigente: la ley del más fuerte y del sálvese quien pueda.
Que no cunda el pánico. No voy a defender a los salvajes ni a los pirómanos. Sólo digo que los jóvenes lo tienen crudo y en cuanto salta una chispa se incendian. Les pedimos, además, que encuentren soluciones a los problemas que nosotros no hemos sabido resolver.
Ah, hoy me he enterado de que el rector ateniense del que os hablaba el otro día ha dimitido. ¿Por qué habrá tomado esa decisión?
Perdonad que me extienda, pero no tengo tiempo para escribir todos los días y las cosas se amontonan. Más de Grecia. Sacado de El País, 13 de diciembre:
¿qué importa lo que queramos?”.
Con lasmanos en los bolsillos
—unos bolsillos repletos
de piedras—, un chaval encapuchado
responde así, mientras
aguarda el momento de atacar a
los antidisturbios, a la pregunta
sobre sus propósitos. Junto a él
forman en orden de combate
medio centenar de jóvenes, los
mismos que revientan a diario
las manifestaciones para expresar,
a su modo, la rabia del presente
y la falta de futuro (...)
defensivaMijalis,
un estudiante de secundaria
de 15 años. “Los mayores
nos acusan de pasotismo y
de falta de iniciativa. ¿Qué más
necesitan para darse cuenta de
que no es así? Aquí estamos, dando
la cara”
“Nuestros padres creían que los jóvenes nos limitábamos a esperar a que nos lo dieran todo hecho, la vida, el futuro, y estos días se han dado cuenta de que no es así”, insiste Eleonora, que estudia segundo de secundaria. “Vamos a hacer lo posible para conseguir un futuro. Lo que nos enseñan en clase no nos vale, ni nos interesa ni nos sirve. Tenemos que despertar, y esta es una buena ocasión”.
Yo leo las palabras de esta chica y el titular proporcionado por ese otro adolescente y siento un escalofrío. Lo malo es que ese escalofrío no me lo produce el miedo a estos chicos. No les temo.
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