domingo, 14 de diciembre de 2008

¡COBARDE!


Qué razón tenía aquel entrañable profesor que tanto insistía en llamar cobarde a quien intimidaba a sus compañeros, a quien se encaraba con los demás, a ése que, amparándose con soberbia en su fuerza, conseguía de quienes tenían la desgracia de estar a su alcance lo que él no era capaz de hacer por sí mismo.

La admiración que en otros generaba sólo era superada por la vergüenza ajena que sentía aquel profesor que, con palabras tiernas y casi siempre sosegadas, pretendía hacernos reflexionar sobre el silencioso apoyo que le dábamos por permitirle continuar con sus andanzas. “Un amigo, -nos decía-, intentaría hacerle ver lo equivocado que está. Si él fuera verdaderamente el vuestro, -añadía-, no os pondría en el compromiso de silenciar sus actos, no os obligaría a callar. Recordad que nada hay más valeroso que la palabra precisa.”

Hoy recuerdo más que nuca aquellas sabias palabras. Hoy que conozco la desgraciada vida de muchos de esos que nunca lucharon contra (a favor de) ellos mismos para sacar lo mejor de sí, para competir con su persona y doblegar aquellas actitudes que escondían su miedo, su temor a conocerse. A reconocerse.

En esta semana en la que nos hemos acordado de los derechos humanos una noticia me ha hecho recordar a este profesor. Sé cómo hubiera calificado al protagonista de la misma. Sé que habría exclamado: “¡COBARDE!” Sí, cobarde cuando el sujeto en cuestión acabó, por la espalda, con la vida de varias personas. Sí, cobarde por asumir sin cuestionársela la hipnótica y alucinada teoría de la opresión que sufre su pueblo, un pueblo rico y próspero que vive, en líneas generales, mejor que la mayoría de la población mundial.

También sé que en poco se quedó el adjetivo, la palabra, ante la respuesta que dio su propio cuerpo cuando la policía lo detuvo para garantizar el derecho de las personas amenazadas por su sinrazón. Su cuerpo no tuvo más remedio que enfrentarse a sus miserias. El muy cobarde se meó.

Quizá no sirva el ejemplo para ayudar a reconducir la actitud de todos esos valientes que para ocultar su cobardía intimidan a sus compañeros de clase. Pero como hemos visto esta semana, llegará el día en que su cuerpo estalle de vergüenza.

Sir-Hope

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