
Chesterton era un escritor brillante, no tanto por lo que muchos valoran de él, su humor, como por lo acertado de sus juicios. Además, no es que Chesterton fuera gracioso, no hay que confundir el humor de un chiste simple con la ironía. El humor desencadena risas. La ironía puede provocar peligrosos destellos de inteligencia. En su autobiografía, este escritor inglés, que como no está de moda es posible que no llegues a disfrutarlo, escribe un capítulo que titula "CÓMO SER UN IMBÉCIL". Sí, así, contundente. En el capítulo aborda varias cosas, por ejemplo "el paso de la niñez a la pubertad y la misteriosa metamorfosis que da como resultado ese monstruo que es un adolescente" (no te enfades, no te insulta él ni te insulto yo porque tanto él como yo también fuimos, hace mucho tiempo, adolescentes). También se dedica a hablar de la escuela, de la educación. Y ocurre que, como suele pasarme a menudo, lo que dice sobre la educación alguien que no tiene nada que ver con la pedagogía o con la didáctica, alguien que no está interesado en luchas de partidos políticos de pacotilla, me resulta tremendamente interesante. No te cansaré.
A Chesterton le interesa una pregunta. La misma que me acosa a mí (y hoy con más fuerza). Le interesa saber el motivo o motivos que hacen que "un muchacho pase con toda seguridad de un primer estadio en el que desea aprender casi todo a un estadio posterior en el que apenas desea saber nada". Si estás pensando que soy de esos que ahora han puesto de moda el grito: los alumnos de hoy son peores que los de ayer, te equivocas. No comparto para nada las mil y una ideas vacías de los que echan pestes de los alumnos de hoy a los que consideran culpables de todos los males (y son muchos) de la escuela de hoy, de la educación actual. Hoy he podido comprobarlo. Esta misma mañana he visto alumnos que hacen tareas que les mandas y que no las hacen mal. Por ejemplo definir qué entienden por ciudadano/a. Saben buscar información y usarla para construir su definición. Saben escribirla con un uso más que adecuado del lenguaje, sin cometer faltas de ortografía y usando palabras adecuadas. Pero... Pero lo hacen de manera automática, como autómatas. Escriben, pero no piensan en lo que escriben. Están en clase, pero si no existe posibilidad de que aquello se convierta en pregunta de un examen, no le prestan demasiada atención. Hoy, por ejemplo, hablo de la crisis económica causada por unos cuantos magnates y de cómo nos vamos a gastar entre todos 2 billones de euros en ayudarles a estos pobrecitos. Comparo esto con el hecho de que con sólo un 0,65% de ese dinero podriamos evitar que cada 4 segundos muera una persona de hambre o por enfermedad ligada a la desnutrición en el mundo. No consigo centrar el interés. Adopto un tono duro y hago una simple operación matemática en la pizarra. Mientras pasan los 55 minutos de la clase, ese tiempo ritual que parece servir de tan poco, mueren... Y veo las respuestas del alumnado. Algunas personas, serias, escuchan. Unas pocas voces dicen aquello de qué podemos hacer. Los más... Les da igual. Incluso veo a una pareja usando la calculadora con fervor para calcular... ¿Qué estábais calculando? La clase es de ciudadanía y, como ya he dicho, las mismas personas que ahora se toman a cachondeo el tema o pasan absolutamente del sermón, esas mismas personas que a las 14,20 saldrán en tropel del instituto diciendo que se mueren de hambre, me habían entregado textos hablando sobre derechos y deberes y sobre cómo el primer deber es respetar los derechos de los demás. Pero ríen. Ahora ríen. Miran una foto de un niño que ya hace cuatro años habrá muerto sin saber qué aburrido es eso de ir a clase, y no sienten nada.
Pero no creas que esto que acabo de escribir, mal porque no hay que dejarse llevar por el enfado, significa que diga que vosotros sois monstruos sin sentimientos. No no se trata de eso y además no os conozco lo suficiente como para emitir un juicio tan duro. Salgo de clase y como toca recreo me escondo a mascullar lo que está cobrando fuerza en mi cabeza. En realidad he asistido a un día normal de clase. A la escuela se viene a aprobar y por lo tanto olvídese usted de esa tontería de saber. La escuela está para aprobar y punto. Usted me pregunta y yo le respondo lo que usted quiere escuchar para que, así, se cumpla el juego. Usted pregunta, yo respondo, usted me aprueba y todos tan contentos.
No, los males de la escuela no son responsabilidad de un alumnado que tan sólo es hijo de su tiempo. Tiempos de autómatas programables que viven entre autómatas programados. De hecho, el plan PISA, ése que dice que la escuela española no funciona, no mide para nada si un alumno es capaz de pensar, de sentir, de saber. Sólo se trata de pasar un examen. Nada más. Mañana más clases y ejercicios y exámenes y...
Termino. Quería haber escrito otra cosa, que la escribiré otro día con más tranquilidad, sobre las conclusiones a las que he llegado tras corregir las pruebas iniciales de 1º de la E.S.O. Les he pedido que me pongan la nota que sacaron el curso pasado en la asignatura Conocimiento del Medio. En un porcentaje elevado ya han olvidado aquello que les llevo a sacar un notable o un sobresaliente o un aprobado. Han pasado dos meses y ya lo han olvidado. Esto puede ser terrible, pero lo peor es darme cuenta de que el gran problema no es que no sepan las respuestas a las preguntas, lo peor es que no saben buscar las respuestas y esto sólo puede traducirse de una manera: en la escuela aprobamos o suspendemos, pero lo que se dice aprender, pues la verdad es que aprendemos poco, muy poco. Pero de esto hablaré otro día. Hoy me basta con pensar en un mundo cada vez más extraviado porque los ciudadanos y las ciudadanas están ya al nivel de competencias de un autómata programable.
2 comentarios:
Excelente reflexión y tema muy profundo, sobre el cual se podría estar disertando horas y horas. Yo como padre de un adolescente (2º Bachiller) y una pre-adolescente (1º ESO), paro a pensar de vez en cuando sobre este mismo asunto y siempre acabo, como se suele decir con la cabeza caliente y los pies frios. No soy persona dada al derrotismo, pero una afirmacion que se repite con frecuencia es que "lo tienen todo demasiado fácil sin esforzarse". Hace unos meses, en la Confederación Regional de Empresarios (CREA)trataron de convencer a mi hijo que "¿para qué? iba a perder el tiempo en una estudiar una carrera" porque con un módulo (grado)superior de FP en 2 años a trabajar y a ganar dinero.
La verdad es que hoy por hoy es difícil que te instalen en tu casa un mueble sin que se les olvide una pieza y tengan que volver a los dias a completar un trabajo, los bancos hacen apuntes erroneos en nuestras cuentas (hace años era impensable), los fallos médicos estan a la orden del dia,los mecánicos te cambian medio coche antes de acertar con la avería... Después de darle muchas vueltas, la conclusión meridinamente clara que he sacado, es que somos demasiado permisivos con el error (contemplado como dolo) y que queremos comenzar por el final, exigiendo a los niños lo que no somos capaces en muchas ocasiones de exigirnos a nosotros mismos como adultos. Frase manida esa de que bueno es que haya crios..... Por desgracia vivimos en un pais de mediocres.
Dificil tarea la de ensañar a pensar...
Sí, habría mucho que decir sobre todo esto y creo que urge que empecemos a decirlo y nos dejemos de tantas tonterías y tanto "yo esto lo arreglo en tres segundos". Solamente comento algo en la línea de lo que anónimo dice. Nos quejamos de que el alumnado actual es inmaduro (¿?), y sin embargo nosotros, la sociedad adulta, no pasa el día que no dé muestras de una inmadurez e irresponsabilidad terribles. ¿Una prueba? Hablemos de lo que llaman la crisis y de quiénes la han generado y de quiénes van a pagar el precio de la misma y de cómo los gobiernos salen raudos y veloces a ayudar al... ¡MERCADO! ¿Pero es que realmente queremos salvar al mercado? Yo no sé qué es el mercado, pero sí sé el rostro hundido de ese vecino que me acaba de decir que a lo mejor lo echan a la calle y que tiene 38 años y que quién va a querer contratarlo con esa edad. ¿Es él el mercado al que se le salva con nuestro dinero?
No sé. Me parece que la sociedad adulta si algo no puede reprochar a los adolescentes es su falta de madurez.
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