martes, 14 de octubre de 2008

Ciudadana


Pocos recuerdan la historia de Dana; algunos prefieren, incluso, acallarla. Yo personalmente creo que hoy debemos honrarle memoria. Hoy que tanto quebradero de cabeza está levantando su gran pero humilde contribución a nuestra sociedad es, quizá en contra de su voluntad, cuando más necesario sea recordarla.

Dana nació, como la gran mayoría, en el seno de una familia que debía trabajar día a día para conseguir no sólo el sustento, sino el respeto de los demás. Claro que el trabajo supone comida, casa y ocio (escaso en aquella época), pero también seguridad, confianza y cierto orgullo personal por hacer las cosas bien.

Y así era su familia: trabajadora, confiada y segura de sí misma. Y así fue Dana, que acompañaba a sus padres a realizar sus tareas, que se relacionaba con sus vecinos y que a todos respetaba.

Sin embargo cierto día mientras los jóvenes correteaban por la plaza, un niño de su misma edad bajó de una carroza y quiso correr con todos ellos. Sus coloridas y pesadas ropas y sus zapatos puntiagudos no eran los más apropiados para trotar por las adoquinadas callejuelas. Pero se empeñó. Pronto se dieron cuenta todos que el hijo del Conde tenía que ganar la carrera; todos salieron a buen ritmo y poco a poco se iban desfondando. Todos menos Dana. Ella, sorprendida por el desfallecimiento de sus amigos, luchó por evitar el fiasco colectivo. ¡Cuida, Dana! – le gritaban. ¡Cuida, Dana! Pero ella no entendía.

Ganó la carrera y su regocijo no se correspondió con el de sus compañeros. ¿Por qué se mostraban todos tan cabizbajos? ¿Por qué no habían corrido de igual a igual como en días anteriores? Cuando llegó a casa y relató a sus padres lo sucedido fue su madre quien rápidamente le contestó ¡Cuida, Dana! Hay veces en las que no debes significarte y aunque sepas más o seas más fuerte tienes que dejar que otros decidan o hagan las cosas. Es ley de vida.

¡Cuida, Dana! – se decía a sí misma sin entender nada. ¿Qué mal hago si corro más que un remilgado?

Días más tarde su amigo el pastorcillo enfermó. Poco podía su padre, al que le faltaba una pierna, para llevar a pastar el ganado y con ello dar de comer a su familia. Dan no lo dudó. Cogió el zurrón de su amigo y enfiló con el rebaño pastos arriba hasta que el joven sanó.

“¡Cuida, Dana!” –se oía día tras día. “Este no es un trabajo para mujeres. ¡En qué consideración te tienes!”

Noche tras noche, cuando regresaba a casa para cenar, callaban sus padres y aparentaban una desconcertante tristeza. “¿Qué mal hago -inquiría Dana- ayudando a mi joven amigo?”

Y así siguió Dana, ofreciéndose a colaborar con quien lo necesitaba sin pedir nada a cambio, salvo que cada vez sentía con más fuerza la amistad de sus vecinos. “¡Cuida, Dana!” –oía cuando ayudaba a las ancianas enfermas a sacar agua del pozo. “¡Cuida, Dana!” –cuando compartía su merienda con el chiquillo que mendigaba… “¡Cuida, Dana!” –cuando seguía su camino sin detenerse al paso de los señores.

Y bien cierto fue. Dana no tuvo cuidado. Tanto tiempo enfrentándose a la absurda costumbre de la tradición; tanto tiempo colaborando con un pueblo temeroso de hacer lo que a todos convenía, que nada le valió ni nadie le ayudó cuando el grotesco rector de la moral consuetudinaria, oculto en su negro disfraz talar, prohibió ayudar a quien, en medio de la celebración comunitaria, sufrió la mordedura de una serpiente y con ella espasmos mortales.

“¡Dejadlo morir!” –fueron las palabras del avinagrado. Será nuestra ofrenda para un futuro mejor. Sin embargo Dana no lo quiso oír. Abandonó su lugar en la reunión y, como otras veces vio hacer a su padre, corrió hacia el desdichado y succionó y escupió el veneno inoculado por la serpiente.

“¡Cuida, Dana! ¡Cuida, Dana!” –gritaban sus vecinos, “¡Cuida, Dana!”

“¡Ciu-da-da-na! ¡Ciu-da-da-na! ¡Ciu-da-da-na!” –tergiversó un amigo creando un vocablo que, coreado por todos los demás aún hoy quiere significar seriedad y valentía, libertad y compromiso, confianza y evolución, riesgo y progreso …


Sir-Ope

2 comentarios:

pieeazucarera dijo...

Jolin que historia más bonita, me gustaria saber si es inventada o es de algún libro.Si es inventada enhorabuena a aquel aquella que lo haya escrito,Ole! por su imaginación y sobre todo OLe!por definir tambien lo que es la ciudadanía en forma de historia, y si es un libro por favor cual es? me encantaría leer más.Muchas gracias por este relata tan bonito y tan humano.

Anónimo dijo...

No hay libro alguno. El libro lo estamos escribiendo entre todos.

Gracias por leernos.

Sir-Ope