jueves, 13 de noviembre de 2008

CUANDO LAS ÚLTIMAS PÁGINAS SON LAS PRIMERAS


Este señor que tienes aquí es un tipo importante. De verdad. Sí, ya sé. No lo conoces. No sale en la tele. No es un deportista de élite y bla, bla, bla. Pues aún así es un tío importante. Se llama JUAN LUÍS ARSUAGA.

Leo una entrevista con él en El País de 13 de noviembre de 2008. No tiene desperdicio. Entra en la red y busca El País y una vez allí podrás encontrar la entrevista si vas a archivo y a su fecha. Pero quiero comentar lo que más me ha llamado la atención de las palabras de este hombre que sabe mucho. De entrada en el artículo-entrevista se dicen cosas como por ejemplo:

"Arsuaga disfruta, pues, con las historias y las preguntas"

¿Por qué me llama la atención esta frase? Pues porque desgraciadamente creo que cada vez es más raro encontrar a alguien que una el deseo (capacidad para hacer posible el disfrute) con las historias y con las preguntas. Estas dos son una pareja de hecho, pues jamás se podrá hablar de una buena historia si no nace y no produce mil y una preguntas. ¿Te gustan las historias? ¿Te gustan las preguntas? Hmmm. No sé, no me fío de lo que me dices. Y no me fío porque ya te has olvidado (y te hemos ayudado a que te olvides) de lo bonito que es embarcarse en una pregunta para navegar por ciento y una historias.

Arsuaga no. A pesar de que es uno de los paleotólogos más famosos en este momento en el mundo gracias a sus descubrimientos sobre los orígenes de la humanidad en el yacimiento cuya excavación dirige (Atapuerca), a pesar de ser todo un catedrático de universidad que, seguro, tiene mogollón de invitaciones para que escriba libros y artículos muy serios en revistas muy serias, va y se dedica a escribir un libro (Mi primer libro de la prehistoria
(Espasa)) dirigido a niños. Y quería escribir este libro para poder dirigirse a esos pequeños locuelos de los que Arsuaga dice lo siguiente:

"Quería que me dejaran a solas con los niños. Son muy listos. Un niño de 10 años es tan inteligente como yo. Ya no nos crece más el cerebro ni la inteligencia, se madura sexualmente o artísticamente, pero ya no crece el cerebro".

¡Un niño de 10 años es tan inteligente como él!. ¿Te lo crees?. Seguro que muchas personas estarán pensando que este tipo, de tanto andar por cuevas y entre restos de cientos de miles de años, ha perdido la razón. Yo sí le creo, pero esto me produce un cierto desconsuelo porque seguro que él dice estas cosas debido a que los niños de 10 años (y los de cinco y los de seis, y los de siete...) no han perdido el gusto por preguntar, no han olvidado el encanto de ir al encuentro de una historia donde sumergirse un ratito a disfrutar y a aprender.

Ya está. Ha salido la palabra. Aprender. Lo siento, pero soy profe y, sobre todo, como diría el Lluis Llach, "a pesar de mi barba soy un niño en o desde la mirada". Sí. A mí me sigue gustando aprender y curiosamente lo que más me cuesta de mi trabajo es convenceros a vosotros, pero no sólo a vosotros, de que quisiera enseñaros a aprender. Hoy, de hecho, he dicho en una clase esto de aprender a aprender y un alumno se ha reído porque, supongo, creía que yo estaba haciendo un pésimo chiste (ya sabemos que los alumnos se ríen con los pésimos chistes de los profes y que lo hacen en los momentos en los que no quieren que nos deprimamos demasiado).

Pero toda la culpa no es vuestra. La única responsabilida que teneís es la de no daros cuenta de lo importante que es aprender y de lo poco importante que es vivir la vida y vivir la escuela como si se tratara de un aburrido concuros lleno de pruebas, exámenes, aburridos que hay que aprobar. No, no todo es culpa vuestra. En gran parte la responsabilidad es de este mundo de adultos al que la escuela representa y donde resulta extraño, muy extraño, escuchar a un profe decir las palabras con las que Arsuaga termina su entrevista:

"-Soy un profesor. Si me pides una definición, eso es lo que soy. Un ser que entra en el aula y cuenta una historia.

Y se hace preguntas."

Demonios. Esto es lo que me gustaría poder decir de mi. Soy profe, un tipo que entra en el aula y cuenta historias y se hace preguntas para no olvidarse de que hay por ahí alguna que otra historia que merece la pena visitar. Y es tan difícil. A veces duele saber qué es difícil que un alumno o una alumna hablen de mí y digan que soy un profe, es decir, un tipo que entra en el aula y cuenta (y pide que le cuenten) historias.

¿Me ayudas?

Sir-Ope lo habría contado mejor, pero hoy soy yo, La sombra del Nómada (naúfrago) el que escribe.

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