martes, 28 de octubre de 2008

LA FUNCIÓN DEL PROFESOR (2)


Una mirada es, siempre, el primer paso. Mirar y desear saber. La curiosidad y el deseo. Llevo ya demasiado tiempo en este oficio como para no tener un juicio fundado sobre lo que quisiera que fuera mi función como profe. Para mí, la escuela debería ser ese lugar en el que se mantiene vivo, muy vivo, aquello que una vez fuimos todos. Sí, todos, también tú.

Érase una vez un tiempo en el que queríamos saber. Todo aquello que estaba a nuestro alrededor nos inspiraba un enorme deseo por conocer que se traducía en un torrente repleto de esa palabra tan mágica: POR QUÉ. Preguntábamos sin descanso. Usábamos el por qué como varita mágica o como esas palabras que aparecen en los libros de aventuras y que una vez pronunciadas nos abren el camino hacia un mundo enorme y maravilloso por el que caminamos con los ojos muy abiertos y el asombro continuo por mochila.

Pero luego llegó un tiempo en el que poco a poco fuimos olvidando ese deseo, arrinconamos en un cajón de nuestras vidas la palabra mágica y nos volvimos normales. Demasiado normales. Ya no queríamos saber los porqués. Ahora nos conformábamos con seguir las instrucciones de uso de un manual. Vidas aburridas la de los que siguen las instrucciones de uso de un manual.

La pregunta del millón. ¿Qué es lo que ocurrió entre esos dos momentos? Porque algo tuvo que pasar para que los preguntones nos olvidáramos de las preguntas. Los curiosos dejáramos de sentir curiosidad. El saber y el conocer se convirtieran en una pesada piedra que teníamos que cargar por obligación y sin gana alguna.

¿Qué ocurrió? ¿Qué es lo que mató en nosotros aquello que nos hace humanos, plenamente humanos?

Si quieres saber la respuesta a esta pregunta te diré por dónde empecé a encontarla yo. NO me gustan los libros de pedagogía, pero he aprendido muchas cosas sobre lo que significa ser el profe en los libros que me gustan. Novelas y poemas. Como por ejemplo, Tiempos difíciles, de Dickens. Busca ese libro en una biblioteca. Ábrelo y lee el capítulo titulado El asesinato (o la muerte) de los inocentes. Si no lo encuentras en la biblioteca puedes descargarte el libro (y gratis) en esta dirección.

Allí empecé a pensar lo que ahora pienso y que en una nueva entrada te contaré, porque esto va a ser un relato que continúa. Algunas cosas las he ido escribiendo en otro sitio, puedes ir a él pinchando aquí.

La sombra del nómada

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