lunes, 4 de febrero de 2008

Una imagen. Una fotografía. Las fotos son, para nosotros, algo tan cotidiano que ya han perdido toda la magia que tuvieron. Las vemos sin mirarlas. En dos segundos hemos terminado. Me gusta. NO me gusta. Pasemos a otra. Hacemos más fotos de las que pudieron hacer en su vida los grandes fotógrafos del siglo XIX y XX. Con el móvil, con la cámara de fotos... Vivimos haciendo clic, pero cada vez que disparamos nuestra cámara o móvil nos alejamos más de ese momento mágico que era tomar una foto.
Una foto, toda foto, es algo especial porque es nuestra mirada proyectada sobre eso que está ahí. Nuestra mirada construyendo un relato. Toda foto tiene un sentido que es como una especie de laberinto que nos invita a adentrarnos en él. Penetrar en las fotos es penetrar en la vida, es penetrar en el arte, es adentrarnos en los relatos.
Las fotos son miradas y las miradas son encuadres. En éste hay una mujer, una paloma, unos libros al fondo. Todo transcurre en una calle. Debe de ser un día fresquito por la vestimenta de la señora. En principio parece, seguro que te lo parece, una tontería. Es posible que tú jamás hubieras hecho esa foto, pero alguien, yo, la hice. ¿Qué relato contaba mi mirada en el momento en que vi, tomé la cámara, encuadré y disparé?
Disfrutar de la fotografía no consiste en hacer muchas fotos. Consiste en que cada una de ellas seamos nosotros dándole sentido a la vida.

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