miércoles, 29 de abril de 2009

SOBRE EL SABER, LA CURIOSIDAD Y LA VIDA


La tarde del 23 de abril, mientras paseo por la orilla del Mediterráneo, me cuentan una historia preciosa. Es de esas pequeñas historias que a uno le emocionan. Pero, bueno, es que uno es algo sensiblón y ligeramente sonso. Todavía cree en palabras como ternura, por ejemplo. Por cierto, si puedes escuchar la versión de la canción tendressa de Lluis Llach en su concierto de despedida en Verges aprenderás mucho.



Pero volvamos a esa pequeña historia que me conmovió.

Érase una vez en un tiempo cercano (el otro día) y en un país próximo (éste en el qu estamos) que en un programa de radio se produce una de esas llamadas de los oyentes. En ese momento, las personas que llaman suelen preguntarle a un metereólogo (el hombre del tiempo) por las previsiones para los próximos días en una zona concreta ("es que mire, me voy de boda..."). Ya sabes. De repente entra en antena una voz, voz antigua, añeja, sencilla. Es un hombre de edad que dice lo siguiente:

Mire, es que yo soy una persona sin cultura. No he tenido una educación y sé muy poco. Y hay una pregunta que siempre me hago y que les hago a otras personas que saben más que yo. Me la responden, pero ellos tampoco son unos científicos y por esto le llamo a usted. Me gustaría saber porque el mar tiene color, ya que me dicen que el agua del mar no tiene color, pero yo la veo de color. Hace mucho tiempo que me lo pregunto y si usted me pudiera ayudar...

Por supuesto el metereólogo le da una respuesta. Le habla de iones y de no sé qué más. Todo muy científico. Objetivo y rigurosamente cierto; ¿pero crees que la respuesta le sirvió a esa persona?

Bueno, la pregunta no es lo importante. Lo que me conmovió es imaginar a ese señor mayor, que mira al mar y piensa en lo que algunos le han dicho, que el agua del mar no tiene color y que si vemos su color es porque refleja el cielo. A él no le convence. Vuelve a ver el mar y lo ve siempre como si fuera la primera vez que lo viera. Y esa pregunta. Y esa curiosidad. Y esas ganas de saber... Pienso en esa persona y siento un hermoso ataque de ternura. Entonces miro el mar. Y lo veo, en esa tarde de San Jorge de un precioso color verdoso azulado. El cielo, sin embargo, es azul, azul.

La sombra del nómada

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